¿Sabes? Hoy me han hecho un regalo indescriptible.
Uno de esos que no esperas, y que precisamente por ello, arraiga con más fuerza en mi corazón.
Un regalo que podría compartir, pero que, como los niños cuando los reciben en este dia, me aferro a él, y me limito a dejar que resuene en mí. Me lo quedo. Por lo menos hoy.
Un regalo especial.
Especial por los ecos que trae, porque llega a través de una ventana, por lo dulce, porque viene de lejos y de muy cerca. Por que no se puede comprar...
Y especial también, porque me hace revivir en cada centímetro de piel, lo que ha venido siendo una constante en estas fechas, en este viaje que tengo emprendido: el dolor de mucha gente, de tanta gente.
Dolores intensos unos, físicos otros. Dolores disimulados, soterrados, escondidos...apenas perceptibles para el ojo humano, o tan escandalosamente visibles, que nadie quiere verlos.
Dolores que me han ido acompañando de muchas maneras.
Y ante los cuales, lo único que me veo capaz de hacer es, escuchar.
Seguir escuchando.
Escuchar el dolor