Y así se deslizan los días,
suaves,
rozando apenas los tobillos,
posando una caricia en los hombros.
Con horas lánguidas, densas,
diáfanas, rotundas...
Incluso a ratos,
intuyendo
intuyendo
ese momento temido en el que amarguen.
Y los minutos
donde brota la incógnita
de qué tendrá la fuerza suficiente para despertar pasión.
O los segundos,
de sentir con fuerza el tirón del deseo,
sin más razón que una posibilidad.
Y así se deslizan tus pasos,
los míos.
Y los de algún rostro anónimo
en el que reconocerse,
al cruzarse las miradas en una calle abarrotada.
Y así se deslizan tus pasos,
los míos.
Y los de algún rostro anónimo
en el que reconocerse,
al cruzarse las miradas en una calle abarrotada.