30 septiembre 2013

circulos cerrados

Volví allí.
No quise evitar la tentación de hacerlo, ni el regusto agridulce del contraste entre atracción y rechazo que me producía el estar ante la puerta.

Nada era como aquel día y sin embargo todo estaba igual.
Faltaba el olor a castañas y bufandas y frio. Los colores apagados y las hojas caídas, se habían transformado en flores estampadas, amarillos vibrantes y faldas muy cortas.
El cielo en lugar de gris, estaba azul.
Y mi andar, en esta ocasión, era menos ligero.

Sin embargo, las baldosas eran las mismas, el edificio seguía deslucido, mostrando capas de pintura que a modo de arrugas los años le habían ido dejando. La puerta seguía conservando ese encanto de la madera con historias incrustadas.
No estaba aquel camarero con acento a tierras extrañas. Ni la pareja que parecía llevar años discutiendo sobre la vida de alguien ajeno a ellos.

Miré, y vi que la mesa estaba libre
Me senté en el mismo  lugar, en la silla de madera añeja, desvencijada, cerca de aquella vidriera que bañaba el suelo de extraños tonos. Con las fotografías en blanco y negro llenando las paredes como pequeñas ventanas al pasado y el olor del aceite y del café danzando en una atmósfera propia.

Cerré los ojos.
Extendí la mano por encima de la mesa, hacía la silla que estaba enfrente de mí.
Y deje que comenzara a deslizarse por mis labios, un reguero inmenso surcado por todas las preguntas que seguía reteniendo dentro, las afirmaciones que pesaban, los perdones y excusas, agradecimientos y compasiones. Todos los días no vividos.

Me vacié.
Hasta que me sentí extrañamente ligera y hueca.
Hasta que pude volver a pronunciarme. 
Y sentir la desnudez de mi nombre balbuceado esta vez, tan solo por mi propia boca.




27 septiembre 2013

señales

Dos mujeres corriendo con lobos.
Poseen un lenguaje que habla de las huellas de los caminos transitados.
Y pueden aullar a la luna compartida.


Dos soledades no se hacen compañía.
Tan solo pueden buscar un consuelo que no llegará.


A veces los milagros existen.
Una diminuta libélula verde, se poso anoche en mi dedo, en la cocina, justo antes de irme a dormir.
Sus alas iridiscentes bajo la luz fría, mi respiración contenida...
esos segundos eran tan frágiles y sutiles, que podían ser un sueño.
Más su vuelo ante las estrellas cuando la llevé al exterior, era tangible y tan real como la noche.



Ojala llegue pronto la lluvia.
Quizá ella tenga poder para enfocar, consolar y dar consistencia a los sueños.


24 septiembre 2013

lo que puede dar sentido


Se ha roto mi copa de vino.
La que usaba para brindar a solas.
La que compré porque me gustó su ligereza, el tejido de su copa, el sonido limpio y frágil que brotaba de ella.

No ha estallado, ni se ha hecho añicos.
Se ha quebrado como un árbol que talan.
Su cuerpo inservible, con un pequeño agujero en el centro, incapaz ya de recoger, retener, preservar... Vacía para siempre.
Y el pie sesgado por la parte más frágil, la que lo unía a aquello que le daba sentido.

No he sido capaz de tirarla.
Sigue sobre la encimera de la cocina, esperando.
Quizá una esperanza, una quimera, un destino diferente al que marca la etiqueta que nos ponen a cada uno.

Creo que esperaré igual que ella, a ese momento, para volver a brindar.

20 septiembre 2013


Ese silencio del ocaso
en el que el aire comienza a adormecerse,
en el que llega el anhelo de escuchar otro pulso,
y agradeces la fuerza del propio.

Latir con el sol.
Y como él, bajar la intensidad del brillo,
descansar en lo profundo
de esa unión permanente que se oculta en la luz.





11 septiembre 2013






Los ecos del silencio vibrando en la construcción de un diálogo tangible mientras la intermitencia de un faro crea estrellas fugaces en un horizonte dibujado por otras manos