25 agosto 2015
Contar el dolor
El dolor de mi amigo inunda lo cotidiano, estalla en sus silencios. Tiene eco en las palabras huidas de su madre y en la impotencia.
El dolor de él, se entierra en algún pasado apenas intuido.
Se reviste de rabia, de control, de suficiencia y de tantas necesidades no expresadas, que le ahoga. Me ahoga.
Ahoga
Y el de ella, se agita en cada una de sus risas rotas. También en sus despedidas. Y en su disfraz.
Mi dolor juega al escondite. Y se asoma a mis ojos, a mirar si lo descubres.
Y el tuyo te ha tallado. De la cabeza a los pies.
Con un cincel grueso de carpintero ha dejado sus trazos en tu rostro,
en tu espalda,
en tus pasos
y en un futuro incierto que se te asoma lleno de aristas.
Y así, poco a poco, línea a línea, en círculos concéntricos desiguales y definidos, vamos repujando nuestra propia huella digital de dolor.
Personal e intransferible.
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