Eran las once y veintitres.
Lo sé, porqué la señora que estaba parada a mi lado en el semaforo, me preguntó la hora.
Me quité los cascos, miré el móvil y se la dije.
"¿Ya podemos cruzar?", me preguntó al ponerse el semáforo en verde.
"Si claro. Ya podemos. ¿La ayudo?".
"No, no. Ya puedo" Contestó la señora mientrás bajaba el bordillo y comenzaba a cruzar al otro lado.
Yo iba caminando al lado suyo, y justo la escuché cuando comenzaba a hablar bajito:
-"Es que, ya casi ni veo. Se nos ha muerto un hijo, y ya..." . Se le quebró la voz. No pude entender el resto de la frase.
La miré.
No supe bien que decir.
Tan solo le rodeé los hombros con mi brazo, musité un "ánimo..." y algo más, que ya no recuerdo.
Tan solo confio en que le llegara el calor de mi abrazo, mientrás se difuminaba entre el rio de gente que cruzaba a esa misma hora, con el semáforo en verde.
Tan solo espero que mi corazón alguna vez me perdone, por la pobreza de un abrazo y unas pocas palabras musitadas en unos segundos, a otro corazón ahogado por el dolor.
Tan solo confio, en que yo me perdone a mi misma, por no ser capaz de encaminar mis pasos detrás de ella, mientrás aun veía la parte de atrás de su cabeza blanca.
Perdonarme por no ser capaz de asumir más dolor sobre mis hombros este dia.
Perdornarme por no compartir, el minuto de las once y veinticuatro, mientrás el semáforo se ponía en rojo.