Hace muchos años, iba a trabajar por las mañanas, bastante temprano, y después de dejar el autobus, tenía que caminar un trecho.
En ese recorrido hacía el lugar del trabajo, cada día, escuchaba el silbato que anunciaba, la salida de un tren.
Y cada mañana, yo esperaba ese sonido, con un cierto placer, como si fuera un saludo personal, como si de alguna manera ese tren me esperara en la estación, dispuesto a compartir conmigo, parte de mi viaje.
Fue hace tanto, que no recuerdo cuanto.
Pero si ahora vuelve a mi memoria, seguramente sea, porque ha llegado el tiempo de que ese saludo sea ciertamente para mí.
Llega el tiempo de ese viaje.
El tiempo de ese tren.