15 septiembre 2012

circulo de mujeres

¿Sabes de que me apetecía hoy, hablar contigo?
De las arrugas.
Sí, no te extrañes.
Hablarte (y hablarme) de esos signos en la piel, de los que ahora se huye a toda costa, cuando en realidad lo que deberíamos hacer, es reconocerlas y valorarlas.
Reconocer el valor del paso del tiempo.
Valorar la sabiduría que se esconde tras esos pequeños pliegues, en los ojos, en la boca...y en el corazón.

Leía hace un momento, un artículo sobre los consejos de ancianos (también llamados, consejos de sabios) que han existido en sociedades anteriores a la nuestra.

"El Consejo de Ancianos es una forma lógica y natural de organización política y social de un grupo de individuos que forman una misma comunidad, que se ha practicado desde tiempos antiguos, tanto en tribus pequeñas como en pueblos más grandes, y que todavía se sigue practicando en zonas del mundo como  África, Oceanía, América del Sur...
Son las personas con más preparación y experiencia, para que administren y gobiernen a toda la colectividad de un pueblo. Las personas más capacitadas son las que, según la lógica y la naturaleza humana, deben dirigir la sociedad."

Parece que la lógica, en esta sociedad en la que nos toca vivir, la hemos perdido en algún recodo del camino. Por lo menos, a nivel institucional y político.

A nivel personal, creo que es bueno el planteamiento, de seguir reconociendo esa sabiduría en aquellos que conviven con nosotros.


Por eso, quiero agradecer profundamente, las arrugas de todas y cada una de las mujeres que me rodean en este momento.
De ese círculo que forman a mi alrededor, y desde el que me transmiten sapiencia, delicadeza, consejo, camino, apoyo...
Desde el que me reconocen y me dan horizonte.
Desde el que me ayudan a mirar, a ver...un poco más profundo.
Un circulo para enseñar a volver la vista atrás, y con lo aprendido, caminar hacia adelante.
Un circulo donde prima el respeto, el cariño y la consideración.
Un lugar sin barreras ni defensas, donde es posible la desnudez sin temor.
Donde las lágrimas y las sonrisas, forman nexos de unión.

Gracias a todas y cada una de vosotras.
No podéis (ni debéis) quitar las piedras de mi camino.
Pero vuestra sabiduría me enseña a poder curar con serenidad, las heridas que producen las caídas.

En vuestra mirada puedo ver, el reflejo de mis pasos.
Y vuestras arrugas me ofrecen, el mejor regalo:  poder asomarme a la ventana que ofrece la visión de un camino recorrido. De otros pasos, no tan distantes de los mios.