17 octubre 2012

cuando el frio nos haga escarcha


Querido amigo:

Aunque te cueste, hay ciertas cosas que no es posible salir a buscarlas.
Quizás, si tienes la virtud de esperarlas, sabiendo que es posible que no lleguen, un día puedan acercarse a ti. O quizás no.

Pero lo cierto es, que yendo en su busca, no encontrarás lo que necesitas, si no la premura de un anhelo que necesita ser saciado.

Imagino lo que sientes.
El camino es largo. Y duro. Y te cansas.
Esperar es cansado.
Tener esa sensación continua de un hueco interno, que te produce ecos.

No hay nada que yo pueda decir para aliviar eso.

Mi única labor en la distancia, es susurrarte, que hay flores en tus flancos. Y nubes que te protegen del sol.
Que la lluvia no te empapa. Solo te moja.
Que las libélulas vuelan cerca, sobre el cauce. Y el arco iris de sus alas, es un bálsamo para tus ojos.
Que en cada intersección, un pájaro te espera, para indicarte el camino a seguir.
Y que la suma de sus cantos, es tan bella, como palabras de amor bajo la manta.
Y que por mucho que sople el aire, el peso de aquello que da sentido a este día, a cada día, te aferrará a la tierra.

Mi única labor es contarte que tu ruta en el mapa, sigue un trazado precioso, jalonado de aquello que conforma la vida.
Y que intuyo que la dureza del sendero puede hacer, que tu corazón se ensanche y crezca, todavía más.
Quizás le falte algo, invisible, pero preciso para continuar el viaje.
O quizás sean los preparativos necesarios para acoger, a aquello que esperas.

Disfrutemos del sendero, y mientras lo recorremos, recojamos las plumas que alivian las ausencias.
Y guardemos en las mochilas, aquellas piedras que acogen recuerdos.
Bebamos de las fuentes que manan de nosotros.
Y guardemos en los bolsillos, los trinos y cantares que rozando las hojas, descienden entre los árboles, y buscan nuestra mirada.

Escucha tu brújula.
Tiene la virtud de la infalibilidad. Siempre hace que vuelvas al sendero correcto.

Y de vez en cuando, alza tu vista al sol o a las estrellas, y deja que la esencia misma de la vida, recorra tus poros, y tus manos y tus pies.
De esta manera, cuando se dé ese fugaz momento, en que en una encrucijada podamos abrazarnos, la esencia de uno y otro, brillarán y se haran ascuas, que nos permitan recordar el calor del encuentro, cuando el frio nos haga escarcha.

Hasta entonces, ya sabes donde estaré.