Sólo el rumor del viento fresco
se cuela por las ventanas entreabiertas,
en una caricia continua
a una piel
cada vez más desnuda,
cada vez más atravesada.
La orilla del manantial va cambiando.
Se producen ondas
con cada respiración profunda.
Entre piedras y barro,
van brotando semillas azarosas.
No digas que me echas de menos.
Tus pasos ya no se oyen en los pasillos.