26 abril 2015

Soledad arrastrada

Hoy tiene un día de esos en los que le apetece contar. Le brotan pequeñas historias de las que parecen no tener importancia y que sin embargo van conformando lo más importante de cada uno.


Carmina.    El día que se enteró que tenía un cancer terminal, comenzó a enseñar a su marido a cocinar, a planchar, a limpiar...Todo lo cotidiano lo puso en sus manos para que él pudiera afrontar la vida desde una independencia personal. Con el dolor al lado, pero con recursos para poder seguir caminando.

Clemencia.    La abandonaron al nacer. No disfrutó de una vida fácil. Tuvo un hijo. Ya anciana tuvieron que acogerla en una residencia debido a su falta de recursos. Vivió hasta los 100 años. En todos los días pasados en aquel lugar de ternura y final, ni uno solo de ellos vino a visitarla ese hijo. Y sin embargo, su foto la acompañaba cada día desde la mesilla. Y ella alimentada del orgullo por aquel que surgió de su vientre, seguía viviendo en la esperanza de ese momento en que entrara por la puerta con la intención de verla.
El misterio del abandono, al principio y al final de una vida.

Carmen.    Nos la encontramos en la calle y comentan ellas dos, algo relativo a una pérdida. Al seguir caminando me cuenta, que hace dos meses encontró a su hijo de 49 años ahorcado en su trastero. Esto el mismo día en que los medios de comunicación se hacen eco de la noticia del suicidio de dos jóvenes adolescentes que se arrojaron desde la terraza de un museo.


Soledades arrastradas envueltas en el misterio del corazón humano.


Y mientras la observo a ella.
Va sacando con paciencia, una a una, todas las fotos de las páginas de los álbumes y las va metiendo en una caja. Instantes sepia, blancos, negros y de vivos colores, boceto y collage de 90 años de vida.

Esta es su manera de ordenar pasado y presente.
La mezcla de todos esos personajes fijos en el papel, le ayudan a combatir su propia soledad y su proceso de despedida