""No quedar adherido a ninguna persona: aunque sea la más amada. No quedar adherido a ninguna patria. No quedar adherido a ninguna compasión. No quedar adherido a ninguna ciencia: aunque nos atraiga hacia sí con los descubrimientos más preciosos. No quedar adherido a nuestro propio desasimiento, a aquella voluptuosa lejanía y extranjería del pájaro que huye cada vez más lejos hacia la altura, para ver más cosas por debajo de sí (peligro del que vuela). No quedar adheridos a nuestras propias virtudes ni convertirnos en víctima de cualquiera de nuestras singularidades o pródiga liberalidad (el amor a sí mismo es una barbarie). Hay que saber reservarse: esta es la más fuerte prueba de independencia".
(Fr. Nietzsche: Más allá del bien y del mal, 41)
Saber ser como el agua que cada mañana, se limita a dejarse deslizar sobre la piel, siguiendo su camino, aunque vaya desgastandose, pero a la vez, dejando su huella en cada milimetro que recorre. Sin resistencias, con extrema suavidad.