26 julio 2012

el estado de ánimo de las piedras

Me levanto temprano, e intento escribir algo que recoja, aquello con lo que me visto a estas horas, esta mezcla de todo y nada, de emoción y razón, de locura y caricia.
Pero todo lo que esbozo me sabe a dicho ya.
El alma poeta no ha querido, dormir conmigo hoy.

Asi que, inclino mi cabeza ante aquellos que supieron expresar antes que yo, (bien por su paciencia y sabiduria, bien porque supieron ofrecer a la musa aquello que deseaba), y me limito a dejar aqui sus huellas, en vez de las mias.



Estados de ánimo
    A veces me siento
    como un águila en el aire.
    (De una canción de Pablo Milanés).

    Unas veces me siento
    Como pobre colina
    Y otras como montaña
    De cumbres repetidas

    Unas veces me siento
    Como un acantilado
    Y en otras como un cielo
    Azul pero lejano

    A veces uno es
    Manantial entre rocas
    Y otras veces un árbol
    Con las últimas hojas

    Pero hoy me siento apenas
    Como laguna insomne
    Con un embarcadero
    Ya sin embarcaciones

    Una laguna verde
    Inmóvil y paciente
    Conforme con sus algas
    Sus musgos y sus peces

    Sereno en mi confianza
    Confiado en que una tarde
    Te acerques y te mires
    Te mires al mirarme


                      (MARIO BENEDETTI)


    O mejor quizás, recoger las palabras de mi ancestro, de aquel que cuando habla parece permanente, tallado en piedra y árbol, brotado de la tierra, y poniendo en su voz, todo aquello que los pájaros no pueden cantar. 
    Confiar en que el canto de las piedras, sepa decir aquello que hoy no consigo expresar.



    Y cantaban las piedras en el río

     
    Y cantaban las piedras en el río
    mientras mi corazón buscaba en vano
    las palabras exactas en la tarde.
    El Cerro Colorado soltó sus aguiluchos
    y se quedó en silencio como un nido vacío.
    El agua tiene pájaros; yo siento sus gorjeos,
    El agua tiene penas, insomnios y delirios.
    El agua es la conseja del abuelo
    que midió el mundo con su paso firme
    hasta encontrar la arena,
    y envejecer tranquilo.
    Y cantaban las piedras en el río.
    En el arpa dorada de la tarde
    guardé mi copla de guijarro antiguo.
    Vino la noche al fin,
    distinta en cada uno, para el caballo,
    para el aire, la piedra y el camino.
    Yo construyo la noche dentro mío.
    Corro de estrella a estrella y las enciendo
    Bebo en copa de ocaso los sueños y mi vida.
    Mía es la noche azul y su misterio.
    Veo como retornan los pájaros al monte.
    Yo custodié sus nidos.
    Los pastores ya bajan la montaña.
    Los pastores construyen en la sierra su silbo.
    Ya olvidé la belleza de la tarde.
    Triunfó la noche azul sobre mis ojos.
    La noche me salió como una estatua.
    Para hacer su hermosura me salí de mí mismo.
    Yo repartí en pedazos mi noche sobre el mundo.
    Y me quedé esperando con la mano tendida.
    Contemplando la arena, pura sombra infinita.
    Yo, que hice la noche, me quedé sin mi noche.
    Me quedé sin mí mismo.
    Y el sueño me rondaba sin alcanzarme nunca.
    Y cantaban las piedras en el río.
     
                                     (ATAHUALPA YUPANQUI)