Me preguntas que he hecho este fin de semana.
Y no se bien que responderte.
Creo que prefiero contarte lo que he aprendido. Lo que me queda dentro de lo vivido en estos tres dias.
Me queda, el sonido rotundo, ronco, envolvente, de las alas del buitre al comenzar su vuelo.
La tranquilidad del pájaro carpintero, sabiendose en su dominios, mirándome con indolencia mientrás yo me tomo mi café.
Me quedan puertas y corazones abiertos. Cariño que el tiempo no consigue ajar. Silencios de los que pesan, que se convierten en piedras, y son imposibles de disolver ya.
Y el sentirme espectadora privilegiada de la senda que van trazando mis hijos.
He aprendido que los corzos, ladran. Y que a los sapos les gusta ponerse en mitad del camino, y jugar a dar sustos en la oscuridad.
He intuido la suavidad de las plumas de la cabeza del alimoche. Y he querido vestirme con el mismo precioso amarillo con el que se adorna.
He experimentado, como las horas nocturnas disfrutan saliendo a bailar con emociones y sentimientos.
Y así, tristeza, agradecimiento, respeto, miedo, confusión, serenidad y cariño profundo, van trazando pequeños minuetos con las manecillas del reloj.
He comprobado que los revisores de trenes pueden ser barómetros de temperaturas externas e internas.
Que con un lápiz en la mano, puedes conseguir acortar o alargar los mapas, a voluntad.
Y también, que por mucho que yo espere frente al agua, si ella no quiere, no me mostrará lo que se oculta entre las hierbas. Incógnita permanente, la identidad de ese sonido, de esa vida.
Me queda, lo fácil que puede ser renunciar a una parte, cuando sentía que perdía un todo.
Y también,
la dulzura del respeto,
la maestría del cariño para disolver heridas,
la certeza de lo incuestionable frente al poder de la inseguridad,
lo efímero y equívoco de la distancia,
el valor incuestionable de las palabras...y de los silencios.
Junto con la confirmación de que la confianza en aquello que habita, crece y se expande en manantiales internos, tiene que ser más fuerte que los vientos inciertos que a veces imagino afuera.
Y el saber que el deseo de todo un verano en compañia, como camino natural...es un anhelo inapreciable no reconocido, que deja un gusto extraño en mi interior.