11 junio 2013

la impronta de muchas huellas

Sí, es verdad.
Mi mirada te confirma que he disfrutado de estos días.

Me ha gustado escuchar el sonido tenue de las barreras que solemos construirnos, cuando se van derrumbando en una conversación cálida y cercana, rodeados del humo de un cigarro y el olor a café.

He podido adquirir una nueva pieza para mi colección de colecciones ajenas. La de alguien que recolecta infinitos.
Y pienso ponerla en la estantería donde residen, la colección de nidos y de sones extraños con capacidad para hacer vibrar hilos invisibles. Y la de silencios en la nieve.

He perdido una apuesta, lo sé. Y una sonrisa brota en mí.
(El perder, a veces, solo a veces, puede ser muy dulce) 

Y también esa conversación sobre el rastro de dolor que a veces dejan las personas. Y del anhelo de muchos, esperando una caricia que no llega nunca.
A partir de ahí, mi mirar hacia atrás, acariciando aunque sea en la lejanía, aquellos dolores que causé.
Huellas que imprimimos en otros, aunque no sea nuestro deseo, y cuyo dolor, si nos dejamos (y estoy convencida de que es bueno que así sea), nos acompañará siempre.
Y desde ese espacio, confiar en el poder del amor de esa mirada, aunque sea lejana, para restaurar espacios y traer alivio a las heridas.