09 octubre 2013
buscando ecos
He guardado en dos cajas:
el vuelo de una diminuta libélula,
el mapa del silencio y el olvido de sí,
y las palabras no nacidas que tejieron hilos entre islas.
Aquello que te salva, aunque a mí me condene,
y las dudas inciertas producidas por la niebla del alma.
La seda envolviendo cuerpos solitarios desnudos moviéndose en la oscuridad.
Y esa misma oscuridad, traspasada por la luz de un faro.
Faro que se yergue en la soledad de la estepa atravesada de estaciones y primaveras,
de lo oculto y lo evidente.
Y la lluvia,
efímera para tiempos de otros, perenne para el mío.
Un cruce de miradas en el desierto
con olor al agua derramada en otras tierras,
con el color de la inmensidad y de lo más íntimo.
El susurro de las piedras que nos habitan,
el sonido de las alas de una mariposa.
También, el pulso de dos latidos.
Ya están en la maleta.
Y yo, lista para el viaje.
Un viaje a mitad de camino de ninguna parte.
Buscando ecos.